Este segundo blog va dedicado a una de las cosas más importantes que hacemos en la oficina: ¡escuchar música!

En Blue Pad hay dos grupos bien diferenciados que escuchan tipos de música muy diferentes, por lo que suele haber conflictos –graves-, para la elección de la playlist que se elige para ese día de trabajo. Un día cualquiera en Blue Pad puede empezar así (he omitido los nombres reales para que nadie sea reconocido):

J.S. subió por las escaleras del metro hasta llegar a la calle; el sol le deslumbró ligeramente, por lo que se llevó la mano a los ojos hasta que se acostumbró a la nueva luz. Estaba contento, escuchando a Sigur Rós en sus auriculares, deseando llegar a la oficina para disfrutar de sus extraordinarias ocho horas de trabajo –que se le pasaban casi sin darse cuenta-, y poder charlar con sus agradables y divertidos compañeros. Aceleró el paso, queriendo llegar lo antes posible; no veía el momento de encender su ordenador y empezar a leer los primeros –y siempre simpáticos- mails de primera hora.

Cuando dobló la esquina para coger la calle de la oficina, un extraño sonido repetitivo, que venía de lejos, le hizo pararse un momento. El horrendo ritmo de batería que sonaba hizo que se le erizase el pelo: era algo atroz, cochambroso, una mezcla de reguetón y otros infumables ritmos ´latinos´ que le provocaban un intenso malestar interior.

Fue andando cada vez más despacio, dándose cuenta, con horror, de que la ´música´ salía de su querida oficina. Empezaba a comprender todo: J.G. se le había adelantado, había llegado antes que él, y había puesto ya su maldita playlist de ruidos infernales caribeños. El cielo se cubrió de pronto con nubes grises, y una fina lluvia empezó a caer. J. S. decidió dar media vuelta y volverse a casa. Ya llamaría después para avisar de que ese día no iría a la oficina.